CUENTOS PARA NIÑOS SABIOS
🪆El Mágico Hospital de las Muñecas🏥
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CUENTOS
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Cuenta una sabia que existe un sitio mágico llamado el Hospital de las Muñecas.
¿Lo sabías?
¿Y quieres saber qué hacen allí?
Escucha este cuento y te lo cuento.
De todas las muñecas, era la única que lloraba.
Despertaba en ella ternura y mucho amor.
Su cuerpo blandito y sus brazos y piernas rígidos hacían que, al cogerla, solo le entraran ganas de abrazarla, acunarla entre sus pequeños brazos.
A todas ellas, les había puesto nombre, pero a ella solo le llamaba: "Mi bebé".
No recordaba cómo había llegado hasta ella, si fueron los Reyes Magos o en algún cumpleaños, pero desde que había entrado a formar parte de su vida, "Mi Bebé" era lo que más quería.
Le daba besos guardados para otras personas; con ella no era tímida.
"Mi Bebé" no era precisamente una muñeca bonita y, además, lloraba si le apretabas la tripita y no callaba hasta que le ponías el chupete.
Un día, "Mi Bebé" dejó de llorar. Le apretaba y apretaba la tripita, pero no lloraba. Buscó a su madre; ella, que siempre lo solucionaba todo, resolvería el problema. Cambió la pila, pero "Mi Bebé" no lloraba. Al ver la cara de tristeza de su hija, su madre le dijo:
—No te preocupes, la llevaremos al Hospital de las Muñecas.
Sus ojos se abrieron como platos.
—¿El Hospital de las Muñecas? —Nunca había oído hablar de él.
Sí, del Hospital de las personas, donde su madre la llevaba para que le pusieran unos horribles hierros en sus piernas, con los que tenía que dormir todas las noches para que sus rodillas se corrigieran y, de mayor, luciera unas bonitas piernas.
Pero el Hospital de las Muñecas, nunca había oído hablar de ese sitio. Sabía que su madre solucionaría el problema. Ella siempre lo hacía.
Les preguntó a sus amigas del colegio si alguna había oído hablar del Hospital de las Muñecas,
pero ninguna había oído antes ese nombre, ni siquiera sabían que existían sitios así.
El sábado siguiente, por la mañana, su madre le dio la noticia de que ese día irían al Hospital de Muñecas.
Estaba muy emocionada, no solo porque había llegado el gran día de llevar a su querida muñeca para que volviera a llorar, sino porque iban a ir a la ciudad y allí solo iban para grandes cosas, y esta lo era.
Cuando bajaron del autobús, empezaron a caminar por calles estrechas y dejaron de lado las grandes avenidas. Ella miraba rápidamente todos los escaparates, pero no querían llegar y que el Hospital de las Muñecas estuviera cerrado. Así que no protestó.
Entraron en la calle más estrecha y sombría que había visto jamás, y allí, en una esquina, en un cartel pintado en la fachada, ponía: Hospital de Muñecas.
Hacía poco que había aprendido a leer, pero lo leyó claramente una y otra vez.
No tenía pinta de hospital, como el que ella iba, más bien era tipo tienda.
En la entrada, había un escaparate lleno de muñecas. Dudó si allí le podrían arreglar a su muñeca, y aunque había todo tipo de muñecas, algunas preciosas, no quería cambiar a su muñeca por nada del mundo.
La campanilla de la puerta sonó al abrirla; entraron.
Del fondo salió una voz de hombre:
—Ya salgo —dijo.
Su madre y ella esperaron.
El hombre apartó una cortina y salió. Llevaba las gafas sobre su frente y, por su sonrisa, ella pudo observar que se trataba de una buena persona.
—¿En qué puedo ayudaros? —preguntó.
La madre cogió la muñeca que la niña sostenía fuertemente en sus brazos.
Le indicó el problema.
El hombre examinó la pequeña caja que había en su tripa;
con un pequeño destornillador, abrió su interior.
Sacó el pequeño disco, sopló y lo volvió a colocar en su sitio.
Volvió a atornillar el pequeño tornillo.
Apretó la tripita de la muñeca y esta volvió a llorar.
—Ya está. Tu muñeca ya se ha recuperado. —dijo, sin dejar de sonreír
Un tímido "gracias" salió de la boca de la niña.
"Mi Bebé" volvía a ser ella.
Al salir del Hospital de Muñecas, su felicidad era completa.
Su Bebé se había curado.
—¿Sabes mamá? Ya nunca más me va a dar miedo ir al hospital. Ya no lo veré como un sitio horrible. Cuando vaya, me acordaré de este sitio y que allí, al igual que en este, solo vamos para curarnos, y que las muñecas, al igual que nosotros, tienen su propio hospital. Mi Bebé se ha curado, yo también lo haré.
Desde ese día, cada vez que iba al hospital, antes de entrar, se paraba en la puerta y leía: "Hospital de Muñecas, donde entras enferma, pero sales buena". No ponía nada de eso, pero en su imaginación, sí.
¿Te da miedo ir al médico o al hospital? No temas, allí las médicas y enfermeros son héroes que cuidarán de ti para que te sientas mejor. Y si alguna vez tienes que ir, recuerda a nuestra amiga y a su Bebé que entró en el “Hospital de las muñecas y salió buena". Como seguro que tú también lo harás.
Y ya sabes que…
Cuento contado, sonríe si te ha gustado

