CUENTOS PARA NIÑOS SABIOS

🧸El Oso Aburrido👦🏽

Descubre la mágica historia del oso de peluche que convierte el aburrimiento en aventuras imaginativas. Un cuento inspirador para niños lleno de diversión y creatividad

CUENTOS

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El Oso Aburrido

Cuenta una sabia que si te aburres escucha este cuento del oso aburrido y su remedio

De todos sus juguetes, el oso de peluche era el que menos le gustaba. No hacía nada; allí estaba, en un rincón de su cuarto, sin hacer absolutamente nada, nada de nada. Les decía a sus padres una y otra vez que no lo quería en su habitación, pero ellos le recordaban que sus abuelos se lo regalaron el día que nació. Fue su primer regalo y estaría allí hasta que aprendiera algo que el oso tenía que enseñarle. Él levantaba los hombros. No sabía qué tenía que enseñarle un oso aburrido de peluche.

Una noche que no podía dormir. Comenzó a oír un susurro. Sería el viento, pensó. Pero las ramas del árbol que se veían desde su cama no se movían. Prestó atención. Sí, era una voz. ¿Serían sus padres? No, no era la voz de sus padres, ni la de su hermano o su hermana. ¿Quién era, entonces?

Miró por la habitación; ningún muñeco se movía. La luz de la luna llena daba la suficiente claridad para ver toda la habitación. El susurro cada vez se hacía más claro, pero ¿quién era? Encendió la luz de su lamparita de noche. Todo estaba en orden. La apagó y una vocecita se escuchó.

- Claro, como nunca me miras, no me ves - protestó. – Para ti solo soy un oso aburrido de peluche.

Volvió a encender la luz. Sí, lo había escuchado. Pero no podía ser; los osos de peluche no hablaban, y menos él, que era aburrido. Miró hacia la esquina de su habitación. Sí, allí estaba él y de repente, el oso de peluche le guiñó un ojo. Se pellizcó en la cara, por si estaba soñando, pero no, estaba despierto y bien despierto. El oso volvió a guiñarle un ojo.

- ¿Qué haces? - le preguntó, pues no sabía qué decirle a aquel oso de peluche.

- Nada - le contestó - Soy un oso aburrido según tú, así que no hago nada, nada de nada.

Era verdad; el oso de peluche aburrido le estaba hablando. ¡A él! Intentó excusarse, pero no le salían las palabras. Así que de su boca solo salió un: Bueno, yo creía que..., pero no pudo continuar, se sentía tan avergonzado, al comprobar que aquel oso de peluche lo había escuchado llamándole aburrido.

El oso, viendo el mal rato que estaba pasando el niño, salió en su rescate:

- No te preocupes, es verdad, los osos de peluche no hacemos gran cosa. No somos coches con pilas, ni pelotas, ni superhéroes, ni mucho menos los divertidos videojuegos. Nosotros solo somos peluches y solo hacemos lo que la imaginación de los niños quiera que hagamos. ¿Sabes cómo se llama a eso?

El niño negó con la cabeza.

- Jugar, a eso se llama también jugar.

- Ya sé lo que es jugar - dijo algo ofendido. Pues claro que sabía lo que era jugar. ¿Quién se creía que era ese oso aburrido?

Te lo digo, porque a veces te he oído decir que tú también te aburres.

- ¿Yo? - se sorprendió el niño.

- Sí, te oigo una y otra vez decir: Me aburro, me aburro, y tu mamá o tú papá te responden: pues pon los pies a remojo.

Sí, era verdad. Cómo se enfadaba cuando le respondían eso. Además, no entendía lo divertido que podía ser poner los pies a remojo.

Oye - le preguntó al oso - ¿Tú no te aburres?

- Yo, nunca - le respondió el oso con rotundidad - Ahí como me ves, me lo paso siempre en grande. Desde aquí veo las nubes y juego con ellas a descubrir sus formas; algunas tienen forma de oso. ¿Lo sabías?

Negó con la cabeza.

- Otras veces - prosiguió el oso - dejas las puertas del armario abiertas y veo toda tu ropa, me imagino qué tal me sentaría tu sudadera naranja. Sé que es tu favorita. También me he imaginado cómo me quedarían tus zapatos y zapatillas en mis pies de oso de peluche. ¿Te imaginas?

Los dos se rieron.

No podrías andar, te caerías porque te vendrían muy grandes o tendrías que andar como los payasos que llevan puestos zapatos muy grandes.

Los dos siguieron riendo, pues ambos se imaginaban al peluche andando como un payaso y era muy gracioso.

- Bueno, para eso sirve la imaginación; me las pongo en mi mente y las ajusto a mis pies, igual que tu ropa. Pero de todo lo que hay en tu armario, lo que más me gusta es tu disfraz de pirata. ¡Me encanta! Me imagino que soy un oso pirata y surco los mares en un gran galeón. Sueño con conocer el mar.

Los ojillos del oso de peluche se iluminaron.

Otras veces, juego a las sombras, que es parecido a jugar con las nubes, aunque me imagino que se hacen grandes y pequeñas. ¿Sabías que hay noventa y ocho rayas en ese papel pintado de la pared y en el techo hay ciento veinte estrellas pintadas? Me gusta verlas cuando apagas la luz y se iluminan.

- Entonces - le interrumpió el niño - ¿Nunca te aburres?

- ¡No! Siempre estoy jugando y lo que más me gusta es cuando no sé a qué jugar y pienso y pienso, hasta que se me ocurre un nuevo juego. Incluso, también disfruto de no pensar en nada, porque es entonces cuando mis orejas se abren para escuchar el silencio: oigo los pájaros, el viento, la puerta que se abre y se cierra, el agua que sale de la ducha o del grifo. Te contaré un secreto: Si mantienes los labios cerrados mucho tiempo, se pegan y cuando los vuelves a abrir, puedes notar cómo la piel se despega.

- ¿De verdad? - se sorprendió, algo incrédulo - Lo experimentaré.

Bostezó, de repente sentía que tenía mucho sueño, había pasado un buen rato con el oso de peluche aburrido. Así que le dio las buenas noches a su nuevo amigo, prometiéndole que nunca más le llamaría: aburrido, pues se había dado cuenta que estar aburrido podía ser apasionante, como el oso le había contado. Ya nunca más diría que estaba aburrido y si lo hacía, se acordaría de su amigo, que incluso él siendo de peluche, nunca lo hacía y le había enseñado cómo no aburrirse.

Y tú ¿te aburres mucho? Pues ya sabes, haz como el oso de peluche invéntate un juego o escucha el silencio y si no: pon los pies a remojo.

Cuento contado, sonríe si te ha gustado.