CUENTOS PARA NIÑOS SABIOS
🎤Voz de Pato🐥
Embárcate en una aventura de descubrimiento y valentía. Este cuento inspirador celebra la creatividad, la diversión y la importancia de ser uno mismo. ¡Explora, ríe y descubre tus talentos únicos!
CUENTOS
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Cuenta una sabia que, en un rincón del mundo, una niña anhelaba cantar como los ángeles, aunque su voz, según sus hermanos, sonaba más a pato que a estrella musical.
En un rincón del mundo, una niña anhelaba cantar como los ángeles de la televisión, aunque su voz, según sus hermanos, se asemejaba más a la de un pato que a la de una estrella musical. ¿Queréis saber qué pasó? ..qué hizo, pues allá vamos
Veía a todos esos niños y niñas cantar en televisión. ¡Qué bien cantaban! Ella quería cantar, pero sabía que no lo hacía bien. Sus hermanos siempre le decían que se callara, que si seguía cantando llovería. Ella no entendía bien por qué decían eso. ¿Qué relación tenía que ella cantara con la lluvia? Deseaba cantar como ellos; era lo que más deseaba en el mundo. Su madre la había apuntado a clases de canto para el coro del colegio, pero, aunque se esforzaba por calentar su voz y hacer los ejercicios vocales, si era sincera consigo misma, su voz sonaba como la de un pato.
En su cumpleaños le regalaron un micrófono de esos que suenan con música y cantaba sin parar. Cerraba los ojos e imaginaba que era una gran cantante, dando conciertos llenos de personas que cantaban y bailaban con ella. Solo faltaba una cosa: su voz que, a pesar de todo, no mejoraba. Seguía teniendo voz de pato al cantar. Cuando anunciaron que en el coro elegirían una voz para el concierto de fin de curso, se preparó. Estuvo guardando su voz, es decir, prácticamente en silencio una semana, pero no fue seleccionada. No le importó; se lo había pasado muy bien. Esa semana que estuvo en silencio, se dio cuenta de que escuchaba más y estaba más atenta a lo que los demás decían.
Al año siguiente, anunciaron un concurso de dibujo en el colegio. Los premios eran fantásticos. Solo eran tres, para las tres mejores, y a ella le gustaban los tres premios. A todos los participantes les darían un diploma. Ella sabía que tampoco se le daba bien dibujar, y no conseguía que la pintura se quedara en las líneas; siempre se pasaba de las rayas. Así que se propuso practicar. Todas las noches antes de irse a la cama, dibujaba y pintaba algo: un árbol, una casa, un coche. Con el tiempo fue mejorando, ya no se salía al pintar, pero los dibujos seguían siendo muy feos. No lograba pintar bien las manos de las personas; parecía que llevaban tartas en vez de manos con dedos. De todas formas, se presentó. Evidentemente, no ganó ni el primer premio ni el segundo ni el tercero, pero le dieron un diploma que, orgullosa, colgó en su habitación. No importaba; había sido muy divertido dibujar y pintar. En la pared de su habitación, no solo estaba el diploma sino también todos los dibujos que durante ese año había hecho, y para ella, su habitación se había convertido en su pequeña galería de arte, su arte.
Un día, vio en la tele un reportaje de personas que escalaban montañas. "Algún día, lo haré", se dijo. Pero le parecía aún más fácil que cantar y dibujar. Aquel verano, fue con sus hermanos a un campamento de niños, donde habían colocado unas cosas en una pared para que los niños subieran por ellas. Los que llevaban casco estaban atados a cuerdas de seguridad. A su mente vino la imagen de aquellos escaladores de montañas. Emocionada, se puso en la fila para probar aquello. Comprobaría así si ella también podía ser una escaladora. Cuando llegó su turno, le pusieron el casco, le ataron los arneses y le explicaron cómo debía poner los pies y apoyar sus manos. Menos mal que estaba sujeta, pues no tardó en caerse. Tenía tres intentos antes de darle la oportunidad al siguiente niño. Nada, no consiguió apenas dar tres pasos sobre la pared.
Como sospechaba, no era nada fácil, pero no se rindió. Todos los días mientras duró el campamento, regresó a la actividad y lo volvió a intentar. El último día celebró con los monitores que había conseguido dar los tres pasos sobre el muro y había conseguido elevarse medio metro. No había llegado a lo más alto ni mucho menos, pero había avanzado desde su primer día. Estaba contenta porque sabía que si practicaba, algún día podría conseguirlo. De recuerdo, la monitora que se había hecho amiga de ella le regaló las zapatillas de pies de gato. Le encantaba ese nombre y ponérselas.
A la escalada le siguió ser escritora, pero tampoco se le dio bien. Probó con ser veterinaria, pero el gato de su abuela huía de ella y los perros le daban miedo. No le importaban los fracasos, pues en cada uno de ellos había aprendido algo y se lo había pasado muy bien; se había divertido mucho. Y lo más importante, sabía que tarde o temprano encontraría aquello en lo que realmente sería buena, la mejor, no porque lo hiciera mejor que nadie, o sí, sino porque realmente disfrutaría haciéndolo y lo haría como siempre, divirtiéndose y haciéndolo como solo ella sabía hacerlo. Tenía todo el tiempo del mundo; no había prisas.
Y tú, ¿cuántas cosas has probado a hacer y no se te han dado bien? ¿Muchas? No importa; seguro que te lo has pasado muy bien haciéndolas y has aprendido mucho. Sigue intentándolo porque algún día descubrirás en lo que eres único.
