CUENTOS PARA NIÑOS SABIOS
🏀El Niño Valiente que Cambió las Reglas del Juego👦🏽
Descubre un cuento lleno de risas y lecciones sobre amistad, pegatinas y la importancia de elegir juegos que unan a los niños en la diversión respetuosa. 🏐⚾
CUENTOS
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Le gustaba ir al colegio porque allí tenía un grupo de amigas y amigos, además de compañeras y compañeros de clase, pero su grupo era especial. Todos ellos habían recorrido juntos su andadura escolar. El grupo lo formaban cuatro niños y dos niñas. Su hermana gemela no estaba, porque, a pesar de que evidentemente tenían la misma edad y juntos empezaron la guardería, desde el principio los pusieron en clases distintas. Así que ella no formaba parte de su grupo especial de amigos. Para él, sus amigos eran los mejores y su hermana era su hermana.
Estaba muy emocionado, pues esa semana, su mejor amigo, que era de todos, el mejor del grupo, le había contado a él y solo a él, que jugarían a un nuevo juego que se había inventado. Se sentía halagado, pues solo se lo había comentado a él; era un secreto entre él y su más mejor amigo. Cuando se encontraron en la puerta del colegio, se abrazaron y chocaron los puños, pues esa era la forma especial en la que se saludaban todos los integrantes del grupo. Intentó sonsacarle a su amigo alguna información más sobre el nuevo juego. Pero él le dijo que no fuera impaciente, que en la hora del patio lo sabría todo. Sentados en el pupitre, escuchó a su mejor amigo cuchichear con su compañera del pupitre; ella también sabía lo del juego secreto. Al parecer, no era el único que lo sabía; por lo visto, el juego no era tan secreto.
Cuando el timbre sonó, indicando que era la hora del patio, todos los del grupo se unieron junto a las canchas de baloncesto. Era su lugar de reunión. Por fin, su amigo empezó a desvelar el nuevo juego, y este consistía en poner pegatinas redondas de color naranja en la espalda de todos los niños y niñas que tuvieran cabellos rojos. A todos les pareció una idea fantástica. Pero, ¿de dónde sacarían las pegatinas redondas de color naranja? El niño de la idea fantástica sacó de su mochila un buen puñado de pegatinas y las repartió entre todos los integrantes del grupo. Así que todos marcharon en busca de los niños y niñas de cabello rojo para pegarles en la espalda las pegatinas. Tenían que hacerlo sin que ellos se dieran cuenta, porque si no, no tendría gracia.
Cuando sonó el timbre otra vez anunciando el final del recreo, el grupo se volvió a reunir. Algunas pegatinas habían sobrado, pero todos los niños y niñas pelirrojos del colegio llevaban en sus espaldas las pegatinas rojas. ¡Cómo se reía el grupo de ellos y lo más gracioso es que no sabían por qué este grupo tan especial de niños los miraban y se reían! Claro, no se habían dado cuenta de que en sus espaldas llevaban unas pegatinas rojas que ellos les habían puesto. No estaba mal el juego. -Pensó- Como algo nuevo, le había gustado. Y como él no era pelirrojo, pues no llevaba ninguna pegatina en su espalda.
Al día siguiente, su mejor amigo y cabecilla del grupo especial de amigos, los volvió a reunir; ese día pegarían pegatinas de color gris a los niños y niñas que llevaran gafas. Como ninguno del grupo llevaba gafas y él tampoco, a todos les siguió pareciendo una buena idea. ¡Qué divertido iba a ser!
Cuando el timbre volvió a sonar, anunciando el fin del patio, todos se reían compartiendo sus hazañas de ponerles las pegatinas grises a todos los niños y niñas que llevaban gafas. Hasta consiguieron ponérsela a su profesora de ciencias; de ella también se burlaron. Le caía muy bien esa profesora, porque era muy buena y aprendía mucho con ella, así que, aunque él no fue el que le puso la pegatina, tampoco luego le dijo nada. Y cuando después del patio, llegó la hora de ciencias, todos los niños, excepto él, se rieron de la profesora cuando se giró para escribir en la pizarra y toda la clase vio la pegatina gris que sus amigos le habían puesto en la espalda. Pero, nadie le dijo nada.
Aquel día, cuando se fueron a casa. Su hermana le comentó que no sabía por qué la profesora de ciencias llevaba una pegatina gris en su espalda. La niña le preguntó si se la había puesto ella, para que su jersey fuera más bonito. La profesora no sabía de qué le estaba hablando, así que ella fue y se la quitó. En su clase, nadie se había reído de la profesora, como tampoco se rieron de los niños y niñas que el día anterior, después del patio aparecieron con pegatinas rojas en la espalda. Su hermano le contó que era un juego, que sus amigos y él habían inventado. Estaba muy orgulloso de formar parte de aquel juego. Su hermana no le vio gracia ninguna y le preguntó algo, que él no se lo había preguntado: - ¿Te gustaría que yo te pegara una pegatina en tu espalda? - Pues claro que no- Se apresuró a decirle. -Y encima, todos los niños y niñas de mi clase nos riéramos de ti porque… No terminó la frase. - ¡Claro que no! No me gusta que nadie se ría de mí. – Le dijo enfadado. -Pues tú y tus amigos lo hacéis. Y a mí eso no me parece un juego divertido. Y como habían llegado a casa, su hermana se marchó corriendo a jugar con sus muñecas. ¡Qué sabía su hermana de lo que era jugar y divertirse! Ella solo sabía jugar con sus muñecas. A pesar de que no le iba a hacer caso, nunca lo hacía. Se quedó pensando en la pregunta que le había hecho su hermana. Pues claro que no, a él no le gustaba que se burlaran de él y menos que le pusieran una pegatina en la espalda, sin él saberlo.
Al día siguiente, les tocó el turno a las niñas; su amigo había traído pegatinas rosas para ponerles en la espalda. Las dos chicas del grupo protestaron, pero todos acordaron que a ellas nadie les pondría las pegatinas. Él pensó en su hermana, no le iba a hacer ninguna gracia, ya se lo había dicho el día anterior y encima una pegatina de color rosa. Su hermana odiaba el color rosa. Siempre decía por qué tenía que tocarle a ella al color rosa, si a ella el color que le gustaba era el azul. Pero el azul era para él. Desde luego, si algo tenía claro es que él no le pondría a su hermana la pegatina en la espalda. No quería tener problemas con ella.
Aquel día, cuando las clases terminaron, su hermana visiblemente enfadada, lo estaba esperando, en su mano llevaba la pegatina rosa. - ¡Que sepas que nadie en mi clase se ha reído de nosotras! A ningún compañero y compañera les ha parecido divertido el juego. No sirvió de nada que él le pidiera perdón a su hermana le duró el enfado hasta que llegaron a casa. Luego como siempre ella marchó a su cuarto a jugar con sus muñecas. A la hora de la cena, bromeó con él como siempre, por algo eran hermanos. Y su hermana, era muy divertida. Y no le duraban mucho los enfados.
Aquella noche, antes de dormirse pensó en lo que había pasado. Estaba molesto, no con su hermana. Ya no le divertía tanto aquel juego. Es verdad que no había dicho ni hecho nada para que no le pusieran la pegatina a su hermana y eso que él sabía que se iba a enfadar. No, no estaba bien que se burlaran de su hermana, como tampoco había estado bien que se burlaran de la profesora de ciencias, ni de los niños y niñas con cabellos rojos, ni de los que llevaban gafas para ver. Él no era de ningún grupo, pero qué hubiera pasado si hubiera sido. ¿Se hubiera gustado que se rieran de él a sus espaldas? Su respuesta fue un rotundo: No.
Aquella noche, tuvo una terrible pesadilla. De repente, tenía pegatinas de colores por todo su cuerpo y lo peor no era eso, sino que todos los niños y niñas del colegio lo miraban y se reían de él. Cuando se despertó y comprobó que solo había sido una pesadilla, se sintió aliviado. Aquel día, todo cambiaría, pues él no iba a seguir jugando. Para su sorpresa, las dos niñas de su grupo se unieron a él, pues el día anterior a ellas también les pusieron pegatinas y eso que los demás lo habían jurado que ninguno de ellos lo haría. Los tres niños del grupo que quedaban se burlaron de ellos por no querer seguir jugando en ese juego tan divertido, pero no les importó. Pues, aunque ellos iban poniendo las pegatinas en la espalda, aquel día tocó a él y las dos niñas las iban quitando. Y cuando su hermana lo esperó en la puerta para marcharse juntos a casa, le contó lo que había hecho y su hermana le dio un abrazo de los de verdad, y le dijo que estaba muy orgullosa de él. Y juntos marcharon cogidos de la mano."
Y así, Queridos Niños Sabios, nuestro cuento nos enseña que a respetar y ser amables. No debemos hacer cosas que lastimen a otros. Es importante elegir la bondad y encontrar actividades que todos disfruten juntos.
