CUENTOS PARA NIÑOS SABIOS
🍫La Maravillosa Máquina de Chocolatinas 🍫
🔎Descubre la magia de las chocolatinas, enseñando a niños el valor del ahorro, la paciencia y la diversión en esta entrañable historia llena de colores y amistad.#cuentoinfantil#cuentodeamistad#cuentosobrelapaciencia#cuentoconvalores
CUENTOS
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Cuenta una sabia que, en la puerta de un colegio, colocaron una máquina de chocolatinas.
¿Y quieres saber qué pasó? Pues estate atento que ahora te lo cuento.
Todos los niños y niñas estaban expectantes ante aquella novedad y la rodearon; todos esperaban ver más allá de lo que se podía observar a través del cristal de la máquina.
En filas de siete solo se podían ver los envoltorios de esas chocolatinas, había siete colores.
Llegaron a la conclusión de que el color de cada envoltorio sería de una chocolatina diferente.
Nadie llevaba monedas, pues al colegio se iba con libros y cuadernos, pero no dinero.
A la mañana siguiente, algunos niños y niñas ya llevaban preparada su moneda para sacar las tan ansiadas chocolatinas de la máquina. Su amigo y ella esperaron en la fila que se había formado para sacar la chocolatina.
Ante su insistencia, su padre le había dado una moneda, pero como un anticipo de la moneda que le daba cada viernes.
No le importaba que aquel viernes se quedara sin su moneda; tendría paciencia suficiente para esperar al siguiente.
Cuando les tocó su turno, ella introdujo su moneda. ¿Qué color le tocaría? ¿Cómo sería la chocolatina? ¿A qué sabría? No pudo contenerse y cuando el mecanismo de la máquina se activó, ella y su amigo daban saltitos de alegría. El sonido de la chocolatina al caer en el cajetín para ser recogida le sonó a música celestial.
Metió su pequeña mano por la ranura y sacó con ella una chocolatina con un envoltorio amarillo.
¡Estaba emocionada!
- ¡Ábrela! - le dijo su amigo.
La abrió y dentro había una galleta rectangular cubierta de un fino chocolate.
- Ahora, tú.
Su amigo introdujo la moneda por la ranura y el mecanismo de la máquina se activó, seleccionando otra chocolatina. Cuando cayó al cajetín, ya estaba la mano de su amigo esperando. - ¡Verde! – A él le había tocado la chocolatina de color verde. Al retirar el envoltorio ambos descubrieron que se trataba de la misma chocolatina de forma rectangular; era una galleta bañada de fino chocolate.
Ambos mordieron su galleta a la vez y pudieron comprobar que era la misma chocolatina. ¡Estaba riquísima, deliciosa! Les bastó tres pequeños mordiscos para acabarlo. Guardaron el bonito envoltorio. Se les ocurrió ponerlos entre las hojas de un libro; así no se arrugarían.
Al día siguiente, su amigo trajo otra moneda. Ella no.
Sabía que tendría que esperar hasta la semana siguiente para conseguir la moneda y poder comprarse otra chocolatina.
No le importaba; mientras, disfrutaría de ver las chocolatinas de su amigo.
Aquel día salió una de color rojo.
Ambos seguían emocionados.
Al desenvolverla, estaba otra chocolatina igual que la anterior.
Su amigo la disfrutó porque estaba buenísima, pero ya no había novedad.
A lo largo de esa semana y la siguiente, su amigo, cada día, había traído una moneda; algunos colores de envoltorios habían salido repetidos y entre los niños y las niñas del colegio se los fueron intercambiando, como si fueran cromos, hasta tener la colección de los siete colores.
Al poco tiempo,
a la máquina de chocolatinas,
solo iban los niños y niñas que, como ella, conseguían una moneda una vez a la semana.
La emoción de saber qué color le tocaría esa semana, de volver a disfrutar del sabor a la chocolatina, que no engullía como su amigo, sino que la saboreaba lentamente.
Los envoltorios de colores repetidos no los cambiaba; los guardaba porque había visto que eran delicados y se rompían con facilidad. Incluso se inventó un juego que jugaba ella misma.
Según el envoltorio que le salía, ese sería el color de su semana y entre sus coleteros, calcetines o demás ropa, elegía llevar ese color.
- ¿Sabes mamá? Esta semana toca el color morado.
Y llevaba algo morado cada día, hasta el siguiente color.
Su amigo, sin embargo, solo disfrutó de las chocolatinas unas pocas semanas, pues pronto se cansó de su sabor y cuando obtuvo todos los colores de los envoltorios, o bien porque le salieron o bien porque los intercambió, ya no volvió ilusionado a aquella máquina.
Ella, sin embargo, sí.
Disfrutó de ella y mantuvo la ilusión de ver qué color saldría semana tras semana.
Cuando el curso terminó, el último día sacó su última chocolatina. No importaba que el color
de su envoltorio estuviera repetido; lo sabía porque con paciencia y tiempo los había conseguido todos ¡Los siete!
Introdujo su mano en el cajetín, cerró los ojos.
¿De qué color sería su verano?
Se preguntó.
Estaba emocionada.
Sacó la chocolatina y abrió los ojos.
- ¡Sí! El que yo quería, mi color favorito.
El verano sería fantástico porque todos los días llevaría una prenda de su color favorito.
¿Quieres saber cuál es mi color favorito?
¡El mismo que el tuyo!
¡Así que, no olviden disfrutar cada pequeño momento de la vida como lo hizo nuestra amiga con sus deliciosas chocolatinas de colores!
¡El verdadero sabor de la felicidad está en apreciar y compartir lo que amamos!
Y ya sabes que,
Cuento contado, sonríe si te ha gustado.

